5/10/12

Apuntes sobre Setenta y 4 de José María Pallaoro, por Julián Axat



APUNTES SOBRE SETENTA Y 4
DE JOSÉ MARÍA PALLAORO

Por Julián Axat


1. 1970 tiene menos fuerza que 1960. 1970 es el inicio de una década que intentará proyectar toda la fuerza acumulada en la década anterior. El Mayo francés y la Revolución Cubana afuera, el Cordobazo y Rosariazo acá. Modernización y radicalización político. Y hechos que sacuden el tiempo de una generación, el movimiento juvenil peronista se va conformando: La Juventud Peronista, más conocida como “JP” es fundada en 1957 por Gustavo Rearte junto a otros jóvenes militantes argentinos que se planteaban colaborar con la resistencia obrera a la dictadura militar que tomó el poder en 1955, derrocando al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón y proscribiéndolo. Las estructuras incipientes de la JP en los comienzos de la década de 1960, inician un proceso de lenta radicalización que dará origen –también- a distintas experiencias políticas y guerrilleras. Es durante los sesenta, y luego a principio de los 70 que comienza dentro del peronismo una tensión fuerte entre sectores de la derecha y de la izquierda, dado que Perón establece lazos desde el exilio con ambos bandos. El 23 de agosto de 1962, a las 20:30 horas, uno de los fundadores de la JP, el obrero metalúrgico Felipe Vallese, es secuestrado en la puerta de su casa, en el barrio porteño de Flores. Sus captores son integrantes de la policía de la provincia de Buenos Aires, el cuerpo no aparecerá nunca. Sabemos que en el proceso de encuadre de llamada juventud maravillosa, la gloriosa “JP”, la “cuarta rama” logra una tener participación activa en el gobierno de Campora. Sabemos que la tensión entre el ala izquierda y la derecha peronista llega a su máxima expresión en el regreso del líder y en la Masacre de Ezeiza, el 20 de junio de 1973. Es a partir de allí, 1974, es el comienzo del fin de un proyecto abrazado por esa cuarta rama, y arrojada al basurero de la historia por el mismo Perón en la Plaza, “esos estúpidos imberbes que gritan...”.

2. Marzo de 1976 ya estaba anunciado en 1974. Los poetas lo perciben. Para 1974, dice José María, el ojo policial está en todos lados / el cortejo se disuelve en grupos pequeños / para que no se lleven los cajones de madera/ la ciudad calla y respira el humo de las ruinas. El 31 de julio de 1974 es asesinado el diputado Rodolfo Ortega Peña al salir del Congreso. El 1 de julio de 1974 muere Perón. ¿De qué manera contar el clima de época si no a partir de la atmósfera putrefacta que deja el cadáver del líder, descompuesto como insecto en el almohadón de plumas de la patria? La poesía no es ajena a defecciones y asesinatos. El registro para dar cuenta de la atmósfera requiere pluma precisa. Blanco sobre negro. El cadáver de Perón larga un olor nauseabundo que contagia la poesía. En el momento que los crímenes comienzan a sucederse los poetas peronistas tanto de izquierda y de derecha se disputan al líder dentro de la romántica: la negra y la blanca. Doy dos ejemplos antagónicos dentro de una misma ciudad –La Plata: la poesía en soneto del latinista Carlos A. Disandro, y por otro, la poesía de Néstor Mux. Salvando la distancia, entre canalla y verdadero poeta, en ambos está latiendo R. M. Rilke, una elegía del “nosotros”. Nosotros en la tierra o Nosotros en el infierno. La poesía “esa guerra” al decir de Osip Mandestalm, facciones disputándose la palabra hallada como rosa, fuego robado a los dioses. En el esófago peronista chocan las espadas líricas, el grial blanco y el negro. La guerra se libra en el campo metafísico, pero también en los fierros que porta el poeta en la calle. ¿Quién se viola a quién?

3. Pallaoro es extemporáneo en esta batalla, otro es el lenguaje para hablar de sus saldos. El que mira a lo lejos y construye el testimonio, porque recuerda “haber estado ahí”. El inevitable forzamiento desde el presente a ese pasado, desencaja las palabras. De allí que reclame un ejercicio de nuevo decir, y un dispositivo que lo justifique. JM. Pallaoro necesita un artificio que le permita dar el salto hacia atrás, disimulando sutilmente la imposibilidad. Ese dispositivo es el manuscrito perdido y hallado por el autor durante el 2008 en un embute (un rollo de cinta de papel en la casa de sus padres). José describe el clima de época desde fuera de la batalla por la romántica. El lenguaje de Setenta y 4 apunta a la acción; y en esto aprecio una elección por la continuidad, en verso, del lenguaje de Operación Masacre de R. Walsh: el estilo José León Suárez. Echar mano al registro de cierto objetivismo: elementos puntuales de exterioridad colocados en el verso que desembocan evocación. Claro que esto me lleva al poeta Joaquín Giannuzzi, lugares donde la mirada del poeta es retrospectiva, y se detiene como etnógrafo ante la cosa vaída. Objetos que se pudren en el mundo sintonía con ambiente. La Cuarta rama está siendo agusanada en paralelo. La evocación de Pallaoro arranca en el momento en que las antinomias reaparecen en la escena pública. Pues para que la evocación sea precisa, es necesario que un clima que envuelve al poeta hoy lo traslade a un clima distinto, pero con similitudes. El huevo de la serpiente es dos tiempos paralelos. En 1974 está ya 1976. En 2008, la crisis del campo, todo se está por ir a la mierda (el poeta no sabe que va a pasar).

4. Setenta y 4 es un poema largo que tensiona el clima de treinta y seis años, donde la gesta traicionera es el enfrentamiento inconcluso dentro del hecho maldito de un país burgués. Se nota que el poeta Pallaoro tuvo que ir trozando el texto con ciertos títulos, separadores que le dan respiración al aire agusanado. Pequeños. A Pallaoro lo gusta la minucia de su jardín citibelyno. Le gusta bailar entre diminutivos: “basurita”, “papelitos”; “talita”; “aromito” (ta-te-ti). Es como si el arte de empequeñecer la palabra reclama un espacio o cadencia de la calidez diminuta o agigantada (le digo a Pallaoro que en esto tiene una manía de poeta campesino, un Ylayév). Lo micro en lo macro y viceversa. La cuarta rama podría ser la rama dorada de Frazer, o la rama en la que se encuentra el “espinillo”, “la casuarina”, “el eucalipto”, allí posado el Ruiseñor de Keats o al acecho el Cuervo de Poe o la energía del Albatros de Baudelaire.

5. La obertura del libro Setenta y 4, es una (N)oticia, revista de época, o fragmento testimonial con reminiscencia 2008: “la tapa de los diarios / general-mente miente / la mujer mira / los baldosones sucios / con las manos en los bolsillos / piensa / en el compañero caído / que está / a su lado / dentro del féretro / abrazado a una bandera / de la tendencia / y la sangre corre / por esos baldosones / y mañana tal vez / sea ninguna otra tapa / de diario o revista / o vaya a saber / que tendencia sigue la moda / ese día… hay en los poemas que siguen indignación obturada por el corte del verso, el que logra la sequedad necesaria dejando traslucir efecto miasma, impotencia que la palabra fría hace lentos los hechos, sin dejar de transformarlos en nihil: “Todo fusilamiento es inaceptable / los gusanos de la oscuridad no cuentan” Es también la sensación de que el proyecto de mundo se pudre con el aire que pudre el cadáver. El efecto de recargar por sucesión de tensiones objetales siniestras, el bien violado por el mal en un lento coito. La putrefacción, gangrena, la metástasis que avanza contamina todo: “Llevo en los oídos: La putrefacción de las palabras / en esa boca que se cae a pedazos / la patria de la felicidad: un bombo que suena / lejos” O las referencias al asesinato literario argentino por excelencia: “No hay arregle en el matadero / los trabajadores están cansados de promesas incumplidas / los brazos caídos ante la obscenidad / y los fierros / una pena natural / la tortura se inicia por los ojos…, se inicia con los ojos, pero es experiencia en la que el poeta se salva, y aun (luego de tantos años) vive como pesadilla con otro lenguaje: “Gritó que lo iban a matar / Y lo subieron a un auto / El paseo dura / hasta el día de hoy” La destrucción de la cuarta rama para 1974, aun tiene anti-cuerpos, es entonces o nunca. Ha sido en 1973 (tiempo en el que “las ventanas nunca se cerraban / no existían rejas, ni mosquiteros /los gatos entraban y salían a su antojo / las ventanas puertas de animales que no asesinaban”. Las ventanas no son el machete, el machete no abre gatos, ni conejos, abre toros brujos, y pudo haber abierto junglas tenemos que entrar a machete en la jungla / abrir camino / antes de que nos abran como conejos… despertar del sueño que no ha sido, la cueca rota bailada con la estrellas, los uniformes van cayendo como máscaras…

6. El corte del libro es 21 de Septiembre de 1976. Día de la primavera ya iniciado el golpe del 24 de marzo del mismo año (el texto fue publicado en Diario Diagonales, un 24 de marzo de 2010). El poeta recobra una anécdota para modificar el clima de lo escrito. Y ello resulta paradójico: cuando las jaurías son más carniceras que nunca, el clima de los versos deja de lado la sequedad del crimen, el objetivismo y silencio desaparecen. El cadáver del líder ya ha sido deglutido por los gusanos. Negro y Blanco, pasa a ser un día colorido, torna-sol y Arcoiris donde la luz crepuscular está bien adentro. Aparece la reminiscencia de la Beat Generation de Kerouac, Ginsberg & Corso. El sol externo como sol negro, un sol blanco adentro. ¿A dónde me trajiste? acicatea la la chica que lo acompaña en el camino del 503 al Rincón. ¿Querés mirar el cielo? Mirar el cielo, las nubes que pasan tomados de la mano. Sin hablar. Pallaoro es una mariposa camuflada en un árbol, o pinchada sobre una plancha de corcho por un extraño coleccionista. En la Noche y la Niebla, es posible conservar un pedazo de sol, de primavera interna que trae el poeta al 2008 donde despierta, todo ha sido un sueño demasiado real.

7. Fin de Setenta y 4: La salida del infierno / deja llagas por siempre… dice José. Y abre la segunda parte del libro, Papelitos en los ojos, escrita en presente, ya sin manuscritos mediadores. Papelitos en los Ojos, es el fragor de un conflicto iniciado en 2003, pero –otra vez- atravesados en la garganta de 2008. Los poemas están dedicados al ex presidente Néstor Krichner. Poesía & Política  buscan mostrarse como problema evidente. Poeta ha sido echado de la Polis por la dictadura, por el Menemismo. La evidencia es solo esa, pues sabemos que toda poesía es política, pero no todo poeta quiere decirse político. El año 2008, es un buen año en el que el Poeta exija retornar a la Polis donde anteriores Platones lo han echado al mercado y a los salones de alcurnia y reparto de dones. Circuito chico de la poesía o circuito grande. Poesía hecha por todos, o por unos pocos. El poeta se mete de lleno en el llamado “conflicto con el Campo”. A diferencia de Setenta y 4 enfrentada al crimen, Papelitos se enfrenta a la farsa. Acá sí voy a criticar a José, no soy complaciente con el poeta, si con el amigo. Hay algo que le quita fuerza a los versos, es el tono de indignación que Setenta y 4 no tenía o ponía en suspenso. El poeta descalifica, son los “Soretines”, “Pino solo”; “Un ejemplo de mundos”. Puede que esta necesidad de descalificar sea la necesidad de sacarse de encima los gusanos. El poeta al asumir esa estridencia acepta el problema Maiakovskiano, jugar al límite del panfleto, convertirse en un Comisario o en un Claudito o un X, o perrito de ceniza de Madariaga. Yo sé bien que eso a José no le interesa, por eso entiendo estas des-calificaciones como descarga.

8. El libro cierra con tono profético, al que denominaré la transmutación del elegido en “piedra-diamante”. Luego de profetizar sobre los Hijos: “Tuvieron sueños / en verdad los tuvieron / ahora raíces desperdigadas / por tierra / por río / en sus hijos”, José pone sobre la mesa de disección a Perón. Setenta y 4 era la mesa en la que la cuarta rama pierde la partida, y el cuerpo de Perón muere como una piedra seca, vacía y negra. Néstor abre una piedra para el diamante más hermoso. La metáfora de la piedra es sin duda alguna, Nerudiana. El poeta forjador de piedras preciosas, de prodigiosas metamorfosis en sus Odas, el enigma de las runas, los topacios, esmeraldas y rubíes, es el enigma de los “objetos” de epopeya que regresa, ahora sin putrefacción. Sin poética del agusanamiento, sino hecha mariposa. La cosa, la objetualidad es un ser todavía vivo, una piedra parlante, con potencia de brillar demasiado. Piedra a la aun enterrada, cadáver, no sería arrebatada por gusanos. Una piedra del cielo, delirio y profecía final.

9. Yo creo que el poeta desea para no caer nuevamente al vacío, a la trampa de los abismos. La piedra oscura del cadáver de Perón sin manos, agusanado. El poeta sabe de vértigos y maldades. Aun con la presencia-ausencia de Jorge Julio López, Luciano Arruga, o la latencia gusana de la derecha neo-peronista, Pallaoro cree (por ahí pasa su esperanza) que, los funerales se acaban. Las Madres y los Hijos, acostumbrados a vivir sin cuerpo, no son adeptos a los funerales: ¿Pronto florecerán en racimos / sus flores de abrasador carmín?

10. Hoy como ayer la primera persona del plural puede ser una impostación, una máquina trunca, un anhelo fantástico, o una fuerza demasiado real. Ojala Pallaoro no se equivoque de profecía.

Julián Axat. 29/9/2012
Leído en la presentación de Setenta y 4 Y Neo,
el 4 de octubre de 2012.
Fotos: Elena B. Núñez. Archivo de la talita dorada.

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