14/6/14

El ebanista

Mis padres, Ascensión y Nerino; JM, Gaby, Jorge




JOSÉ MARÍA PALLAORO




EL EBANISTA
y otros textos

(1999-2001)









I

El ebanista

A mi padre, City Bell, 22.09.99 

En la madrugada nos despertó
Señalando el oeste
“Allí ¿ven?”

Suspendido en el ennegrecido lienzo
el arco iris de Paul Klee
pintó la noche

Los colores iluminan 
la trizura de un rostro
tallado en madera


Tafí del valle

A mi padre, a mi hermano Hugo, con quienes hice el viaje

El viento del sureste juega con el aire
susurra palabras a la orilla del lago

Un sombrero / Muchacha de negro 
contempla / agua cerros

Un pájaro en la lejanía pierde altura
alas abiertas bosquejo sostenido
en la caricia morada azul violeta

Cerca un pájaro se sumerge
desaparece

Un sauce una tipa un jacarandá
en la frescura de la tarde

y el regreso al olvido


Voces

(Río Uruguay, Colón – Entre Ríos)
A Nerino, mi padre; a Hugo, mi hermano

El pájaro se demora
Hay una eternidad instalada en el gesto de sus alas

Hay un sol que crece crece
Su rama surca el río y abre las aguas para sentir el camino de las piedras

En esa esquina vi 
el río más hermoso de mi vida

Los patos negros en su orilla
Una parejita que bordea el río 
se pierde entre los espinillos
(Seguramente) para susurrar
palabras de amor que no debe 
escuchar el circunstancial visitante

El agua parece (querer) brotar
pero en verdad son los peces que
por un instante besan el aire o el cielo
y vuelven al lugar

Es la hora en que los botes parecen abandonados
El río fluye vive
Ahora los pájaros se hacen sentir

Un bote que se llama “Gardel” o “Raquel”
En todo caso es un pájaro cantor que canta
a la más bella de las mujeres

La pedaleada a la bicicleta alarga la chupada al cigarrillo
En este río el tiempo es otro
Es un río de los pájaros

La felicidad se detiene por el ruido de un motor
Una lancha de goma interrumpiendo la soledad de la mañana

Qué habrá allá / lejos / cerca / En este instante 
que nos habla de un sueño

No
Ese árbol no es un espinillo
Tiene hojas que se acoloran pareciendo una extensión
de los brazos del sol

Interrumpe el silencio de los pájaros
el viento la brisa los peces

El sonido / las palabras de las pindó
que parecen gemir desde el cielo

Justo ahora que estamos entrando a la tormenta
El viento que no cesa 
Siempre escuchaba la misma canción –dijo mi padre 
“A este lugar solo entran los que no viven más”


Ocaso

El mar abraza hondamente
Hubo un pájaro

Una barcaza amarilla se aleja

La mitad de una naranja sola
flotando
se acomoda en la arena 

quieta encallada
La sombra errante de un pájaro
la vela


Caracará

¿Qué hace en la zanja de ambas orillas?
¿Deja sus marcas en el aire?

Levanta vuelo sobre los arbustos asusta
Cachorros desaparecidos en las calles

¿Qué hurga en el límite de mi vida?
¿Dónde están pájaros insectos?

¿Qué hace en mi hombro?


Kalala

Llegará deseo ansia de iniciar
el viaje amor

Juega con tus niñas
Resiste depresiones

Ella viene

Brazos de sauce
Nocturnidad en tu pelo

Mis manos hundidas en el arroyo
Quebradas 


Blackbird Singing

Un pájaro negro
en el membrillero

¿Qué busca entre rojas flores?

No sé
pero esa rama ilumina
la grisura viscosidad

El día


Bunka Shishu
(Pintura colgada)

Para Ana María

Piernas de bambú
rodillas juntas cruzadas 
Cierro los ojos
Se cristaliza
el deseo


Máscaras

Afuera 
qué inocencia

Los perros quietos atentos

Adentro 
palabras ladridos

que nadie escucha

(en la alfombra caretas)


Nubes

En el arriba las nubes
Sombras de otros ojos

Se alejan interminables
las marcas los besos el dolor
los tatuajes

No se detienen ¿nada dejan en mí?
Perfume que acaso me acaricias


Un país

¿Hubo? Hoy
ojos viejos de niño
aletean bajo la fría llovizna
del mediodía

Desnudos
los pies en el cordón de la vereda
saltan
chapotean en el charco

“Señor...” Acaso
Hombre Cosmos Sabe Siente


La caricia acomoda el mechón
mojado
Pensamiento
Enorme apetito
¿Quién te arma?

Niño solo finito tintineante 
polvo entre manos la tierra
¿Solo?


La casa de todos

Uno Dos Mundos 
Del mercado De los desamparados
¿Hacen tres? ¿Uno solo? ¿Ninguno?

¿Cuál de ellos es la casa de todos?


No bailo (escucho)
La música alegría en el contorno
Gozo acrisolado
Maneras de estar en la casa de todos


Viva Zapata

El pájaro de pecho amarillo
y antifaz en el rostro
en la rama del árbol

en el vivir un continuo 
sube y baja de la mirada
Sus sentidos resguardan

y se zambulle al lago
como un canto rodado sale
sus patas otra vez en la rama

acomoda sus alas
Vuela ahora
Son dos los pájaros

Uno limpia su cuerpo
Otro cuida los sentidos

Los pájaros de pechos de sol
y sombra en la cara

en el agua bajo la lluvia el dialogar 
un juego de preguntas y preguntas
No hay un solo sueño

Sonriente atento
el tercer pájaro protege
la intimidad de los compañeros 


Lluvia

en el día en la mañana
ocredad de los sentidos
Pájaros ausentes

La tierra calma su sed
Inquieto

El camino de las hormigas
es río que disuelve la sal

desparramada en el suelo de la casa


Las hojas 

Hoy un viento despierta las libera

¿Qué palabras viajan en su silbido?
¿Qué susurran ellas?

Amarillas doradas rojas
de a una únicas abandonan la casa

Viven Mueren ¿Adónde van?

El viento las esparce por el mundo
Las une Las separa Juntas Distantes
Son parte de la vida

Con un trazo pintan manchan
El ciprés Amarilla
Dejando penetrar

Una luz de sol nuevo


Tiempo

Nada de vos en mí
Sol oscurecido

En la otra casa la mañana se enciende

Es fuerte La brisa de la tarde
Limonero desnudo Colmado de frutos
Soles levemente anaranjados detenidos
en el mirar nuestro

La rosa se cubre de sol
Deja una pequeña filigrana
en la penumbra de la noche

Al saber de vos nada sabía
Cuenco de sombras desconocidas
Cuerpos que insinúan el día
Colmados de fuego nuestros ojos vendados

Cuerpo que se consume
Árbol viejo que inclina el viento del sureste
Verde árbol que otoña la raíz
se nutre de flores y frutos

Estar No estar Caras
De una moneda Única


La espera

Abro puertas (ahora
abiertas) te dejas entrar

Todo rápido
Caricias cuerpos
Lejos
Uno
Otro

Beso la flor
Estrellas ¡Tan lejas!

¿En la palma de tu mano?

En la casa no hay cuartos
La cama alberga a un solo cuerpo
Duerme junto a la noche ligeramente oscura

Los párpados caen cansados
La luz enciende El interior de mí


II

La fiesta

Falta poco, apenas, una eternidad.
Ella canta de una primavera gris, azulada, que crece hacia un verde de espera.
Vendrá. La noche. Los amigos. La familia. Estarán en nosotros. Nosotros en ellos. Hasta que las velas ardan. O el silencio del nuevo día reine otra vez. En la casa. Vacía.


La madre tierra

Luego de la tormenta, desentierra algunos de sus muertos. Osamentas descarnadas, guardadas celosamente en días anteriores a la anticipada lluvia. Y apretando entre sus patas delanteras a uno de esos cadáveres, lo comienza a lamer. Una y otra vez. Lame una y otra vez, como en una ceremonia. Hasta liberar el último presagio. Para que brille, sin moscas, nuevamente al sol, enrojecida de nada.

A Pacha, 28.07.99


Sobre las lajas

Sobre las lajas que están junto al ventanal dejo una cantidad considerable de alimento para pájaros. Desde el otro lado del vidrio veo a un gorrión hembra y a su pequeño que recién comienza a levantar vuelo. La madre le enseña a alimentarse por sus propios medios, carga el pico de alimento, y espera que el pequeño coma de su pico. Luego el pichón salta entre las lajas, pisando el césped, picoteando en un lugar y en otro. Cada tanto retorna junto a la madre, y come del pico de ella, y se van.

Anoche un camino negro cruzaba el patio de ladrillos, en diagonal, las hormigas cruzaban el patio, cientos de ellas con carga o sin carga, iban y volvían, del alimento necesario al hormiguero. Cientos de negras hormigas, si uno se detenía, podía verlas, contarlas, cientos de hormigas. Entré a la casa a buscar el frasco con granos, y los esparcí en un montoncito, luego otro, junto al camino negro, y esperé. Las hormigas reconocieron el alimento, y poco a poco, laboriosamente, se lo llevaron al nido.
Ahora, de mañana bien temprano, observo el patio. No hay camino negro. Tampoco montoncitos de granos. Vuelvo la vista a las lajas junto al ventanal. El pichón de gorrión parece haber crecido, está solo, sin la madre, picoteando una y otra vez los granos que dejé junto a las lajas, para los pájaros. Picotea. Come. Crece. Levanta vuelo, y como un rayo de luz, desaparece.

Mientras me cebo unos mates, solo, observo al gorrión que picotea una y otra vez junto a las lajas. El sol apenas subido al horizonte extiende la sombra de los árboles buscadores de cielo. Algunos de ellos están inclinados como la torre de los libros, a punto de caer, pero eso no ocurrirá ahora. Ya han pasado los fuertes vientos. Pero sus ramas de un verde furioso poco a poco se van oxidando, hasta que la vida diga: ¡basta! Nada hago por ellos. Los abandono. Ya no tengo fuerzas para tratar de enderezarlos, acomodar sus raíces. Los dejo irse. Poco a poco. Yo también me estoy yendo de alguna manera. Solo quedan los pájaros. Una bolsa a medio terminar de alimento para ellos. Pero sin árboles, los pájaros se van.

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