“La claridad” que
pedía Edgar Bayley, pienso, creo, tal vez, no es la de decirlo todo, la de que
el poema se lea en su linealidad y lo abandonemos apenas lleguemos al (punto)
final. Todo poema que no nos permita sucesivas lecturas y preguntas y repreguntas,
a mí no me satisface. Pero es una cuestión personal. Si no nos importa lo que
queremos decir, ni las palabras que utilizamos (si leemos en un texto “padre”
no tiene por qué ser el padre biológico), ni eso que llamamos ritmo o fraseo,
me parece, nos estamos alejando de lo que llamamos poesía. (“(…) Y cuando al
fin pude definir la claridad que yo buscaba / Advertí cuánto sueño y plumón y
roja tierra / Y confusión y olvido hacen falta para comprender claramente / Y
estar aquí con total lucidez sentado a la vera del camino / Avivando el fuego
bajo el cielo y el polvo de las horas (…)”. Los tiempos están cambiando, ya sé,
y la verdad es que me cuesta aceptar lo que me piden para adaptarme.
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